domingo, 27 de febrero de 2011

La batalla de siempre, sin final -como siempre-

Un tema que desde hace años me he interesado es el de la autonomía de las personas, el cuanto de nosotros mismos somos y cuanto de los demás cogemos. ¿Realmente todo lo que creemos que somos es nuestro? ¿o también estamos formados por aquello que nos rodea? Entonces nuestro contexto y las personas más cercanas a él nos habrán dado algun tipo de forma a nuestra personalidad, de la misma manera que nosotros a ellos, no determinado necesariamente, pero si condicionado en gran parte. 

Esta claro que si crecemos en una micro-sociedad donde para sobrevivir tenemos que hurtar a los que no lo necesitan -en apariencia o ,al menos, no tanto- y la mitad de mis semejantes estan en prisión, nuestra mente no será igual a la de un chico donde nunca haya tenido que encargarse de dar de comer a su familia. Puede que ambas mentes tuvieran una semejanza cuasi clónica al nacer, pero aquello que les rodea les ha ido moldeando con el tiempo. Del mismo modo que al primero, lo que hace le parecerá justo, estará acostumado y su manera de vivir y de tomarse la vida será, por tanto, distinta a la del segundo, que lo considerará un delito y tendrá una perspectiva diferente de todo.

Dejando esto ahí, sin profundizar más, el tema que me interesa es el de la autonomía, el de no solo ser nosotros mismos, sino ser capaces de gobernarnos, de autogobernarnos, de ser capaces de decidir qué queremos, cuándo lo queremos, cómo y porqué. 

Memorización absoluta
vs personalidad
,

el consenso es el reto
Esta claro que en la vida no se puede ser 100% autónomo, ya que eso nos libraría de las – a veces- ataduras que son las normas y reglas de convivencia que encontramos en la sociedad. Si fuéramos total e íntegramente autónomos, no tendríamos una capacidad de socializarnos, bueno, la tendríamos pero no la exprimiríamos todo lo que podemos, ya que para socializarse como dios manda hay que saber dejarse llevar en ocasiones -ójo, hay que saber cuando dejarse llevar, no sólo saber dejarse llevar-.

Una vez nos encontramos en este punto nos damos cuenta que por cada característica que le añadimos al ser humano hay que quitar ciertos puntos -de otra característica- que no son compatibles. Esto parece falso y a veces complejo, pero no lo es así. Esta claro que si somos totalmente autónomos sólo tenemos eso, pero que si somos algo sociables, por necesidad, para ser sociables -aunque sea prácticamente nada- tendremos que bajar esa cifra del 100% de autonomía. Otra posibilidad sería que dependiendo de la situación en que la persona se encuentra, su capacidad de autonomía sube o baja, sabe ser tanto un 20% como un 100% y así va enfrentándose a todo lo que le depara la vida.

¿Todo esto a que viene? Bueno, esto es por una cuestión que he tenido una semana antes de las prácticas en la escuela y he intentado observar durante éstas. La duda era ¿ cuánto de autonomía suelen tener los niños – o bien las personas en general- y cómo se adapta esto a la capacidad de memorizar?

Todo sabemos que memorizar es cuasi sinónimo de bajar la guardia autónoma, nos ceñimos a lo que vemos y eso es lo que creemos, predicamos y aquello que defendemos con nuestra propia vida. ¿Es cierto que para memorizar se ha de reducir la capacidad de autonomía? ¿Somos menos amos de nosotros mismos por sólo memorizar? ¿ Se puede formar un niño sólo con capacidad de memorística? ¿Y qué conseguiríamos de ello? ¿Y lo mismo con la autonomía? 
 
No podemos negar que ha habido una batalla desde tiempos inmemoriables entre estas dos capacidades humanas y que parece que será eterna. En la batalla de la memorización absoluta vs personalidad, el consenso es el reto.

Al final, como decía Aristóteles "La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto." 

De este modo tratamos de que los niños aprendan a memorizar todo lo que puedan pero que también sepan gobernarse con sabiduría y prudencia.

Dejándome muchos interrogantes por resolver aún, y muchos otros por formular, me planteo, de ser cierto que por cada cierta cantidad de capacidad memorística se desvanece cierto grado de autonomía, ¿cuánto quita el uno al otro? De haber una gráfica ¿esta como sería?

martes, 1 de febrero de 2011

El dilema de los problemas y sus soluciones

Siempre se ha dicho que ante un problema hay que buscar soluciones, hoy he aprendido que, tal vez, no siempre es así.

Esta claro que cada clase es un mundo -e incluso cada niño-, pero hoy me he dado de frente con ese dilema de problemas-soluciones y, en mi clase, no funciona como dice el dicho.

Hoy me he encontrado en un aula de matemáticas cuasi-idealista donde cada pequeño estaba con lo suyo, los mirabas y decías sí, de pequeño, cuando soñaba ser maestro, me lo imaginaba así. De repente han acabo los problemas que les había mandado y ese silencio tan magnífico se ha roto- también me parece divertido el sonido de los niños haciendo sus cosas y comentándolas, pero no tanto-, desde entonces los decibelios han ido in-crescendo. Luego de eso, he notado la necesidad de actuar rápido, antes de perderlos, he pensado en:

1-Contarles alguna historia interesante, los cautivó la primera y única vez que lo hice.
2-Gritarles que se sentaran y callaran.
3-Mandarles más problemas

Me he decidido por la tercera opción y todos se han puesto manos a la obra.
Ahí he aprendido algo muy interesante a la hora de tratar a mi clase -que no a otras- porque hay que ver la diferencia que existe cuando una clase tiene trabajo y cuando no. Al menos, mis niños, mientras les explico y les mando ejercicios para que vayan haciendo, o incluso mientras corrigen, son perfectos -bueno, ellos lo son todo el tiempo, siempre-, son todo lo que un maestro puede desear. Están callados, tranquilos, son respetuosos con los turnos de palabra y si quieren hablar levantan la mano. Ahora, en el momento que terminan el trabajo se rebotan de una manera tremenda, de repente, nadie quiere- ni puede- estar sentado, parece que tengan ácido en la silla, todos tienen algo que decir y no les importa lo que digan sus compañeros, ¿la mano que levantaban para pedir turno? la utilizan para crear proyectiles que después, seguramente, arrojarán.

Bueno, puede que me haya pasado un poco, pero lo que tengo claro es que ante un problema, esta vez, no se necesitaban soluciones, se necesitaban más problemas