martes, 1 de marzo de 2011

De modas y tendencias

Para empezar creo conveniente comentar las diferencias entre tendencia y moda.
La tendencia sería todo aquello que aparece -o reaparece, ¿quién no ha visto resucitar a un vestido?- frente a la sociedad y ésta la valora. Si estas valoraciones o críticas son positivas y se aprueban, la tendencia pasa a ser moda, es una tendencia aceptada, que se lleva más allá de la onda expansiva que provoca su boom al nacer – o renacer-.

Hablemos pues de las tendencias de la educación, aquí va una Prêt-à-porter de los últimos años: hacer leer a los niños, decirles que subrayar, mandarles los ejercicios del libro para casa y fuera. Tendencia peligrosa por el hecho de que esta a punto de dejar de serlo -y pasar a ser moda-.
Podemos entender esto como una falta de profesionalidad o bien atribuirle a los libros un gran mérito, por ser capaces sin tener alma, de hacer el trabajo de un ser humano -que además ha estudiado una carrera-.

Prêt-à-porter de los últimos años:
hacer leer a los niños,
decirles que subrayar,
mandarles los ejercicios del libro para casa y fuera
De esta manera, no se juega limpio, ya que los niños que son educados -por los libros, claro, no por docentes- siguiendo este camino, no trabajan con competencias, algo que creo, debería considerarse universalizable. No existe autonomía ni autogestión, no son dueños de si mismos y es esta heteronomía la que les evita alcanzar competencias; no olvidar que los libros nunca tratan situaciones concretas o cercanas al niño, otro punto en contra en la batalla por la adquisición de competencias.

Nunca des por muerto a un vestido, nunca sabes cuando te lo volverás a poner. Esta podría ser una preciosa frase si después de cada intento reprimido por querer cambiar todo lo que nos rodea, surgiera otro. Por desgracia no es así, los vestidos que mueren una y otra vez- porque esta claro que no sirven- para volver a renacer, son sólo para echar arena sobre lo cavado, para desmantelar, para asegurar de que no vamos por el buen camino -eso ya lo sabíamos- pero sin cambiar el rumbo. Estos fantasmas del pasado se nos aparecen constantemente y tienen la mala costumbre de no querer irse, el último vestido usado podría ser la misma ley Sinde y las contínuas campañas de que el internet va a acabar con todos nosotros – cuando justamente es nuestra salvación-.

Pero bueno, como decíamos, en la educación, como en el mundo del diseño, del make-up y del desfile, hay modas, y como todo lo que tiene modas, tiene tendencias.

Las CCBB son una moda porque fueron un proyecto o tendencia y desde la cabeza, desde el raciocinio, tienen sentido de ser, son interesantes y -a mi parecer- imprescindibles para los niños.

Los sistemas o modelos educativos que hemos tenido los últimos años en España son sólo tendencias, ya que como vemos se han ido creando unos detrás de otros, sin madurar realmente. Tengo miedo de que justo lo que más necesitamos para progresar como país y para empezar esa campaña cuasi-utópica de cambiar el mundo, sea una tendencia por los siglos de los siglos.

En las competencias básicas esta la clave, ellas serán la luz que han de guiar por el buen camino a la humanidad, pero primero hemos de encontrar -y no vale decir que estamos buscando- esa luz y aprender a utilizarla como es debido.

domingo, 27 de febrero de 2011

La batalla de siempre, sin final -como siempre-

Un tema que desde hace años me he interesado es el de la autonomía de las personas, el cuanto de nosotros mismos somos y cuanto de los demás cogemos. ¿Realmente todo lo que creemos que somos es nuestro? ¿o también estamos formados por aquello que nos rodea? Entonces nuestro contexto y las personas más cercanas a él nos habrán dado algun tipo de forma a nuestra personalidad, de la misma manera que nosotros a ellos, no determinado necesariamente, pero si condicionado en gran parte. 

Esta claro que si crecemos en una micro-sociedad donde para sobrevivir tenemos que hurtar a los que no lo necesitan -en apariencia o ,al menos, no tanto- y la mitad de mis semejantes estan en prisión, nuestra mente no será igual a la de un chico donde nunca haya tenido que encargarse de dar de comer a su familia. Puede que ambas mentes tuvieran una semejanza cuasi clónica al nacer, pero aquello que les rodea les ha ido moldeando con el tiempo. Del mismo modo que al primero, lo que hace le parecerá justo, estará acostumado y su manera de vivir y de tomarse la vida será, por tanto, distinta a la del segundo, que lo considerará un delito y tendrá una perspectiva diferente de todo.

Dejando esto ahí, sin profundizar más, el tema que me interesa es el de la autonomía, el de no solo ser nosotros mismos, sino ser capaces de gobernarnos, de autogobernarnos, de ser capaces de decidir qué queremos, cuándo lo queremos, cómo y porqué. 

Memorización absoluta
vs personalidad
,

el consenso es el reto
Esta claro que en la vida no se puede ser 100% autónomo, ya que eso nos libraría de las – a veces- ataduras que son las normas y reglas de convivencia que encontramos en la sociedad. Si fuéramos total e íntegramente autónomos, no tendríamos una capacidad de socializarnos, bueno, la tendríamos pero no la exprimiríamos todo lo que podemos, ya que para socializarse como dios manda hay que saber dejarse llevar en ocasiones -ójo, hay que saber cuando dejarse llevar, no sólo saber dejarse llevar-.

Una vez nos encontramos en este punto nos damos cuenta que por cada característica que le añadimos al ser humano hay que quitar ciertos puntos -de otra característica- que no son compatibles. Esto parece falso y a veces complejo, pero no lo es así. Esta claro que si somos totalmente autónomos sólo tenemos eso, pero que si somos algo sociables, por necesidad, para ser sociables -aunque sea prácticamente nada- tendremos que bajar esa cifra del 100% de autonomía. Otra posibilidad sería que dependiendo de la situación en que la persona se encuentra, su capacidad de autonomía sube o baja, sabe ser tanto un 20% como un 100% y así va enfrentándose a todo lo que le depara la vida.

¿Todo esto a que viene? Bueno, esto es por una cuestión que he tenido una semana antes de las prácticas en la escuela y he intentado observar durante éstas. La duda era ¿ cuánto de autonomía suelen tener los niños – o bien las personas en general- y cómo se adapta esto a la capacidad de memorizar?

Todo sabemos que memorizar es cuasi sinónimo de bajar la guardia autónoma, nos ceñimos a lo que vemos y eso es lo que creemos, predicamos y aquello que defendemos con nuestra propia vida. ¿Es cierto que para memorizar se ha de reducir la capacidad de autonomía? ¿Somos menos amos de nosotros mismos por sólo memorizar? ¿ Se puede formar un niño sólo con capacidad de memorística? ¿Y qué conseguiríamos de ello? ¿Y lo mismo con la autonomía? 
 
No podemos negar que ha habido una batalla desde tiempos inmemoriables entre estas dos capacidades humanas y que parece que será eterna. En la batalla de la memorización absoluta vs personalidad, el consenso es el reto.

Al final, como decía Aristóteles "La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto." 

De este modo tratamos de que los niños aprendan a memorizar todo lo que puedan pero que también sepan gobernarse con sabiduría y prudencia.

Dejándome muchos interrogantes por resolver aún, y muchos otros por formular, me planteo, de ser cierto que por cada cierta cantidad de capacidad memorística se desvanece cierto grado de autonomía, ¿cuánto quita el uno al otro? De haber una gráfica ¿esta como sería?

martes, 1 de febrero de 2011

El dilema de los problemas y sus soluciones

Siempre se ha dicho que ante un problema hay que buscar soluciones, hoy he aprendido que, tal vez, no siempre es así.

Esta claro que cada clase es un mundo -e incluso cada niño-, pero hoy me he dado de frente con ese dilema de problemas-soluciones y, en mi clase, no funciona como dice el dicho.

Hoy me he encontrado en un aula de matemáticas cuasi-idealista donde cada pequeño estaba con lo suyo, los mirabas y decías sí, de pequeño, cuando soñaba ser maestro, me lo imaginaba así. De repente han acabo los problemas que les había mandado y ese silencio tan magnífico se ha roto- también me parece divertido el sonido de los niños haciendo sus cosas y comentándolas, pero no tanto-, desde entonces los decibelios han ido in-crescendo. Luego de eso, he notado la necesidad de actuar rápido, antes de perderlos, he pensado en:

1-Contarles alguna historia interesante, los cautivó la primera y única vez que lo hice.
2-Gritarles que se sentaran y callaran.
3-Mandarles más problemas

Me he decidido por la tercera opción y todos se han puesto manos a la obra.
Ahí he aprendido algo muy interesante a la hora de tratar a mi clase -que no a otras- porque hay que ver la diferencia que existe cuando una clase tiene trabajo y cuando no. Al menos, mis niños, mientras les explico y les mando ejercicios para que vayan haciendo, o incluso mientras corrigen, son perfectos -bueno, ellos lo son todo el tiempo, siempre-, son todo lo que un maestro puede desear. Están callados, tranquilos, son respetuosos con los turnos de palabra y si quieren hablar levantan la mano. Ahora, en el momento que terminan el trabajo se rebotan de una manera tremenda, de repente, nadie quiere- ni puede- estar sentado, parece que tengan ácido en la silla, todos tienen algo que decir y no les importa lo que digan sus compañeros, ¿la mano que levantaban para pedir turno? la utilizan para crear proyectiles que después, seguramente, arrojarán.

Bueno, puede que me haya pasado un poco, pero lo que tengo claro es que ante un problema, esta vez, no se necesitaban soluciones, se necesitaban más problemas

domingo, 30 de enero de 2011

¡Por fin en el cole!

Con una temperatura rondando los 0º centígrados, ya sabéis lo que dicen, ni frío ni calor, se arrastraban alegrías, tranquilidades, miedos, inseguridades, ganas de aprender y temores que ni conozco. Ese cúmulo de sentimientos y emociones, empañado de tos, mucosa, dolor de cabeza y congestión, me hacía recordar a alguna obra romántica del siglo XIX, sí, de esas que empiezan mal y terminan peor.
La diferencia es que esta vez yo quería, deseaba estar aquí, estaba dispuesto a dar ese paso, a adentrarme en la escuela y vivir lo que siempre he querido vivir.

Nada más llegar, nos reunimos en la sala de profesores y conocimos tanto a los maestros como al resto de compañeros de prácticas, dimos una vuelta por el colegio para conocer sus instalaciones y luego nos sentamos para decidir en que clase nos quedaríamos estas cuatro semanas. Elegí quinto de primaria.
Conocí a mi tutor en la escuela y desde el primer momento fue genial, capaz de mantener a los niños sin que se alteren, de tener una conversación conmigo y a la vez ir sacando documentos que me pudieran ayudar durante mi estancia en el centro y a la hora de hacer la memoria.
Los niños, pese a ser de los mayores del centro, estaban algo nerviosos con la aparición de otra persona mayor que quería ser profe. Al final del día recibí mi primer regalo de un niño, era un dibujo que él mismo había hecho en clase. Fue gracioso, no había atendido a las explicaciones ni había hecho ningún ejercicio, pero ¿podía alguien regañarle después de estar toda la clase haciéndome un dibujo? Yo no podría, al menos no de momento.
Así pues, pasó el primer día, fui medio congelado y enfermo y volví no tan helado y sonriente como un paciente al que le acaban de dar el alta.

En el segundo día me percaté de que con la emoción de conocer a los niños ni me había fijado en cuantos eran y me pareció extraño que una escuela con dos líneas que siguen el mismo programa tengan menos de diez alumnos cada clase. Resulta que estaba medio colegio knock-out y me encontraba en una clase con nueve alumnos, al menos los conocería antes.
Los recreos los utilizamos todos los compañeros de prácticas para comentar las jugadas. Increíble la facilidad con la que todos nos abrimos y expresamos lo que sentíamos y más increíble aún el hecho de que unos cuantos niños nos hagan sonreír de esta manera.
Fui también a mi primera reunión de ciclo y, la verdad, me gustó, era como las había imaginado.
Los niños estaban esta semana hasta arriba de exámenes, así que de momento solo les ayudaba a que entendieran las preguntas o cuando hacían ejercicios les solucionaba dudas. No esta tan mal observar de vez en cuando.

El miércoles comenzó lluvioso y hasta el mismo viernes noche no pararía, así que los patios los pasamos en clase, de este modo pude conocerlos un poco más, ver que hacían cada uno. Este tercer día empecé a saberme los nombres de los niños y fue la primera vez que se me escapó un mis niños, aún lo recuerdo con gracia.
Era el aniversario de la jefa de estudios, así que me escapé un momento a la sala de profesores -tal y como nos habían dicho- y allí tenían montada la fiesta, con pasteles para todos. Muy bien con todos los docentes, la verdad, simpáticos y agradables, con ganas de hacer que te sientas como uno de ellos, de la misma familia.
Pasaron muchas cosas, como todos los días y aprendí formas de reaccionar frente a ciertas cosas, pero lo que recuerdo con más cariño fue que mis niños -sí, lo he vuelto a decir- me reclamaron por primera vez como maestro, querían que les diera clases ya.

El cuarto lo empezamos dando sesiones de refuerzo a unos niños de sexto de primaria y cuando, a primera hora, me colé en mi clase- que estaban dando inglés- todos exclamaron Hello Mr. Jordi. Era la primera vez que me llamaron maestro, aunque fuera en inglés. Podía irme ya a casa, era feliz.
El día, sin embargo, tuvo más, hoy, una profesora cumplía años y de nuevo macro-reunión del profesorado. Luego tocó claustro, un poco más y no cabíamos, entre los más de treinta docentes y los once de prácticas. Me sorprendió los lazos que había entre los maestros, si bien se notaba que algunos estaban más unidos y su relación se prolongaba fuera del centro, todos parecían tener algo más semejante a la amistad que una relación puramente profesional.

El viernes y quinto día empezamos el día yendo a la sala de ordenadores y allí me terminaron de cautivar con sus Profe! Profe! que me dirigían. No fueron menos sus sonrisas luego de que entendieran un ejercicio cuando se los hacía releer.
A las diez de la mañana bajamos al gimnasio, teníamos obra de teatro por el día de la paz. Participaba toda la escuela, desde preescolar hasta tercer ciclo de primaria, ¡estuvieron todos perfectos!
Por la tarde llegó la tutora del prácticum y salimos de nuestras clases para hablar con ella un rato e intercambiamos opiniones, luego llego lo más inesperado de la semana, mi tutor en el centro, junto con el resto de tutores, tenían que ir con la tutora de la UJI y eso me dejaba solo en la clase, con mis niños – ya me he acostumbrado a decirlo, después de tantas veces-. No sabía por donde iban ni siquiera que asignatura tenían, pero dio igual, cogí el libro, vi por donde estaban, lo miré un momento y me lancé. Pensé todos mis compañeros de prácticas estarán en la misma situación y, al fin y al cabo, todos estamos aquí para, algún día, poder estar haciendo esto.

Esa fue mi primera semana y aunque siga haciendo frío, ya no hace tanto, ahora ni la tos, ni la lluvia, ni los niños que se rebotan de vez en cuando y les gusta demasiado hablar en clase me empañan nada.
El lunes a Vilareal vamos todos a jugar a fútbol, a ver si ganamos ¡Ánimo chicos!